Las mariposas ya han sido quemadas y sus cenizas han desaparecido. No queda ni una, solo queda una leve quemadura. Una quemadura que desaparece poco a poco bajo otra. Que duele más y que me da más miedo. Después escribo en un papel la letra de una canción que escucho a menudo: "No quiero pensar en Madrid, ni en su reloj. Duermo por las tardes, por las noches reinvento su voz."
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