martes, 29 de septiembre de 2009

El último hippie

En junio de 1990, el padre de Greg, que venía cada mañana antes de trabajar a ver a Greg, y bromeaba y charlaba con él durante una hora, murió de repente. (...) y al enterarme de las noticias de la pérdida de Greg, a mi llegada, me apresuré a ir a verle. Por supuesto, le habían dado la noticia cuando ocurrió. Y sin embargo yo no estaba muy segura de qué decir: me preguntaba si había sido capaz de asimilar ese nuevo hecho.

- Supongo que echas de menos a tu padre –aventuré.
- ¿A qué se refiere? –respondió Greg-. Viene cada día. Le veo cada día.
- No -dije yo-, ya no vendrá más… Hace tiempo que no viene. Murió el mes pasado.

Greg puso una mueca de dolor, palideció y se quedó en silencio. Yo tenía la impresión de que estaba afectado, doblemente afectado, ante la repentina y terrible noticia de la muerte de su padre, y ante el hecho de que él mismo no lo supiera, no lo hubiera registrado, no lo recordara.

- Supongo que debía rondar los cincuenta –dijo.
- No, Greg –le respondí-, ya había rebasado los setenta.

Greg volvió a palidecer cuando dije eso. Dejé la habitación durante unos minutos; me pareció que necesitaba estar solo con esa noticia. Pero cuando regresé, Greg no recordaba la conversación que habíamos tenido, ni la noticia que le había dado, y no tenía la menor idea de que su padre hubiera muerto.


Un antropólogo en Marte (Sack, Oliver)


No hay comentarios:

Publicar un comentario